17 ene 2010

Mi vida en ruinas.







“Mi vida en ruinas” reivindica, muy lamentablemente, la postal griega bajo su caparazón (presuntamente) crítico. El variopinto grupo de turistas (de estereotipos) que es objeto de mofa acaba resultando, paradójicamente, un puñado de buena gente que al final tenía razón: la cultura aburre siempre, toda cita histórica sobra en un viaje a la cuna de la civilización, y la experiencia griega consiste en ver el Partenón, pasar por la tienda de recuerdos e ir a la playa. Así pues, la cinta de Petrie es algo cercano a una película-tópico que reafirma peligrosamente el viaje-tópico, sin dejar de denigrar la comedia a unos terrenos ya casi olvidados. Tiene de todo: chistes rancios de gays y nombres cacofónicos, acompañamiento musical de comedia ligera (ligerísima), perpetuación de estigmas varios (españolas divorciadas , australianos tirados), un villano increíble (con su correspondiente castigo final) y el enésimo mensaje reaccionario encubierto.